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miércoles, 29 de octubre de 2014

SÍ, el Mar

Jorge Siles Salinas
(La Paz, 28 de octubre de 1926 − 22 de octubre de 2014) Fue  escritor, profesor universitario y diplomático boliviano. Fue un reconocido historiador especializado en la independencia de Bolivia y la cuestión marítima con Chile En 1986 el gobierno de Paz Estenssoro le ofreció a Siles Salinas el cargo de Cónsul General en Santiago de Chile, con la misión de crear las condiciones de negociación y una propuesta a Chile que tenga posibilidades de ser discutida. La compleja tarea culminó con la elaboración de una propuesta que fue presentada a Chile en abril de 1987 en Montevideo. Esta consistía en la cesión de una franja en la línea fronteriza de Chile y Perú, además de enclaves en la costa chilena. 
PROLOGO DEL LIBRO: "Sí, el Mar" Plural Editores, La Paz Bolivia, mayo 1012
Octavio Paz, he recogido en una página de La llama doble un breve texto del Ulises , que expresa con la expresión afirmativa de la que me valgo para dar título a esta obra: "Sí, el mar carmesí, a veces como el fuego y las gloriosas puestas de sol..." Me atrae la sílaba acentuada, el signo positivo, de aceptación y certeza, que en la cita transcrita por dicho autor antecede a la palabra mar.

Los bolivianos nunca podremos pensar en el mar, escuchar la resonancia de esta palabra, concebir las imágenes que se vinculan a su extensión ilimitada sin sentir que de esa voz surge para nosotros una necesidad vital, algo como una gravitación espiritual que nos lleva de los Andes al Pacífico, a la vecindad con los pueblos hermanos.
La evocación del litoral que perdimos y del que nos separan mas de ciento treinta años de dolorosa segregación, provoca en nuestra conciencia no una actitud resignada, fatalista, de mera frustración o desistimiento, sino la que corresponde a una moral de perseverantes y valerosos sostenedores de  un ideal.
La única respuesta que cabe en el ánimo boliviano es la de un Sí seguro, abierto a la confianza en una solidaridad que no podrá  faltar, que tendrá que imponerse por la fuerza de un destino histórico que abraza a todos los pueblos de Ibero América.
Ese Sí es una respuesta a nosotros mismos, para afianzar una voluntad y una vocación que nos mueve a desconocer un enclaustramiento que no merecemos, que no se justifica en el tiempo de la integración y del reconocimiento de una comunidad entre pueblos poseedores de un mismo origen y de una misma cultura.
Y es también una respuesta a quienes no nos entienden, a quienes se empeñan en mantener una postura de obcecación, esto es,  de ceguera y confusión ente lo que es evidente: Bolivia tuvo mar y no renunciará jamás a la idea de volver a tener acceso a la costa, por los medios superiores de la negociación, el entendimiento, la conciliación de intereses
El desgarramiento con que Bolivia siente su ausencia del mar tiene en la voz poética de Oscar Cerrudo una expresión tan noble como inspirada. Dice así el versos conciso, admirable de uno de sus "CATARES":
Mi patria tiene montañas,
no mar:
Olas de trigo y trigales,
no mar:
Espuma azul de pinares,
no mar:
Cielos de esmalte fundidos:
no mar:
Y el eco ronco del viento
sin mar
No se puede leer sin estremecimiento  ese "no mar" con  que terminan las cuatro primeras estrofas. La realidad de esa negación, junto a la afirmación de lo que nuestro paisaje encierra -montañas, trigales, pinares, un cielo  que funde el color de los minerales- revela al mismo tiempo la nostalgia de lo que  fue desprendido de la antigua entidad patria: olas, espuma, azul de mar y su cielo. Pero, por encima de todo, se levanta el "coro ronco del viento", la protesta, la voz unánime de un pueblo que se niega a vivir "sin mar".
Al "no", al "sin" de la privación de lo que nos es vital, contesta el "Sí" de nuestra voluntad de volver a las rutas oceánicas, haciendo nuestra exclamación baudeleriana según la cual el mar es un símbolo máximo de libertad: "Hombres libres, ¡tú siempre amarás el mar!"
Advirtamos que,  en el poema de Cerruto, cargado de simbolismo, ese escueto "sin mar" del último verso tiene la consistencia oscura, hiriente, de un rechazo como un "sin más" inapelable, contrapuesto desde fuera de la voluntad patriótica de los bolivianos. La expresión negativa con que  termina bruscamente el poema se  cierra como un muro, interrumpiendo ásperamente la secuencia del verso.
No de otra manera percibimos esa frase reiterativa que suele venir de la Chancillería Chilena: "entre Bolivia y Chile no hay ningún problema pendiente". No puedo negar que ese concepto, tan rudamente enunciado por lo general, me duele hondamente cada vez que llega a mi conocimiento, dado los vínculos que me unen a ese país, donde he vivido, formado mi familia, enseñando y trabajando.
En diversas ocasiones he manifestado, que, a mi parecer, Chile ha desarrollado una política internacional inteligente en todo los campos de su actuación diplomática menos en el que concierne a Bolivia, punes no siendo demasiado difícil hallar  una solución al problema de nuestra salida al mar, no ha prevalecido, desde el lado chileno, la visión razonada y la justa estimación de los elementos que entran en juego en este asunto tan grave y delicado. De nuestra parte, no podemos dejar de reconocer que nuestros errores han sido múltiples en el manejo del primordial problema marítimo, causando no poco daño al encuentro de una solución justa.
En todo caso, puede afirmarse con seguridad que Chile tendría en Bolivia, sin excesivo costo, el país más amigo si estuviera dispuesto a ceder en la postura anacrónica   de intransigencia que en forma predominante han asumido sus círculos gobernantes hacia la nación boliviana.
Bolivia no puede vivir condenada a la mediterraneidad perpetua. El egoísmo no debe prevalecer eternamente para cerrar el paso de nuestro país al mar. Repito que no es inteligente, no es razonable persistir en el desatino estribillo de  que "no existe problema pendiente" entre uno y otro país. Ante una cuestión inobjetable, reconocida múltiples veces por la naciones de América, no cabe inhibirse, cerrando los ojos a la  realidad. No han faltado, por cierto, los casos de estadistas chilenos que han reconocido palmariamente la necesidad de dar una solución definitiva al problema de acceso de Bolivia al Pacífico: Emilio Bello Codesido en 1920; Agustín Edwards, en  1921; en ese mismo año, Arturo Alessandri; Luís Izquierdo, en 1923; Jorge Matte, en 1926, y muchos otros en tiempos mas cercanos, como la nota del Canciller Horacio Walter Larraín, en 1950, se han puesto en esa línea, la de la solidaridad y la justicia. La negociación de 1975 avanzó hacia el punto de que Chile y Bolivia llegaron a un acuerdo previo para la cesión de un corredor al norte de Arica. En 1986-87 surgieron justificadas esperanzas de alcanzar un entendimiento, después de que Chile y los otros países fronterizos, Argentina y Perú, acababan de resolver favorablemente los problemas graves que entre ellos se habían suscitado.
No se ha pretendido en Bolivia, ni en 1975 ni en 1987, desconocer el tratado de 1904, ni nadie busca tal objetivo ahora. La demanda boliviana apunta  clara y precisamente sobre un corredor al norte de Arica, con arreglo a las cláusulas del Tratado de 1929 entre Chile y el Perú, no teniendo nada que ver esa demanda con lo que se determinó en 1904. Tal vez no se ha observado suficientemente que el art. lº del Protocolo complementario del Tratado de 1929, en el cual se establece que "los gobiernos de Chile y del Perú no podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que quedan bajo sus respectivas soberanías", encierra una alusión clarísima a Bolivia de la que se desprende una visión dirigida hacia el futuro, en la que los dos países firmantes del acuerdo dejan entreabierta una posibilidad de cesión de territorio  a nuestro país, mediante un acuerdo mutuo, indudablemente con la mira de dar un acceso, eventualmente, a esa "tercera potencia", al Pacífico. Esas palabras, lejos de apuntar a una situación de inmovilismo y de estancamiento definitivo, tienen un sentido de dinamismo, por decirlo así, dirigido a una circunstancia futura para dar una expectativa cierta a la tercera nación que no había sido tenida en cuenta en el reparto de Tacna y Arica, ¿No sería junto pensar que "ese momento futuro" ya ha llegado y que es hora de poner en aplicación y hacer explícito lo que implícitamente quedó estipulado en 1929?.
La negación es, indudablemente, la calve para un entendimiento que satisfaga los intereses de las partes. Con relaciones diplomáticas o sin ellas es posible entablar el dialogo que permita alcanzar la concordia definitiva. Chile, Bolivia y Perú (puesto que también esta nación, junto a la nuestra vivió parte de su historia, debe decir su ultima palabra), tiene en esta hora inicial del siglo XXI, la responsabilidad imperiosa e irrecusable, de encontrar la formula que haga de Bolivia un país con vecindad marítima junto a sus hermanos del Pacífico.
 Jorge Siles Salinas
La Paz (Bolivia) mayo 2012